
Seguir una rutina incauta que me muestre un equivoco entender.
Desacostumbrar.
Enfermar de quietud, de lentitud y recibir el viento bajo el aleteo de mis polillas.
No vienen días enteros y los retazos abren un camino cobrizo en mensaje intermitente, más tenue que en luz de sueño. Me ayuda mecer la que no gusta con ser rutina y el querer viene, se queda, hace fuego de comida para… nadie llega, eso lo veo por mi ventana, creo que la ausencia ilumina, es alucinación de cara a nuestra piel ardiente. Ya no vienen más, no es necesario tenerlos entre nosotros, se han ido sin volver a ver el montón de sal derramada en la puerta de la ciudad.