lunes, 15 de marzo de 2010

Biblos...


Llevo varios días leyendo y releyendo tiempo cero de Italo Calvino. Es un libro raro, no es una historia difícil, pero tampoco resulta digerible de entrada… es curioso, se me hace como uno de esos días que me inventaba con tal de evadir la responsabilidad hacia los míos, una fracción comprimida de momentos que saltan entre líneas.

Estoy coleccionando momentos de quietud. He desechado fotos y libros, canciones, cuerdas viejas de mi guitarra, una armónica, la primera, la primera con la que hice unos acordes sucios… un par de fotos de mujeres que no recuerdo con claridad, o que la claridad no me deja recordar ahora…



Llegué y ella no estaba. Recordé que… recordé, eso fue lo que hice, recordar, olía a calle, a cansancio del bueno, tengo conjuntivitis mental, son muchas fotografías vistas en poco tiempo… llegó, esa sonrisa tibia…

Seguimos leyendo la historia de ellos, vimos nazis cantando y alabando… que divertido.

Hay una reminiscencia de un cuarto en el que tu olor tiene poder y se acompaña de la imagen L…

Salimos a retomar la rutina, que no es rutina y que intento inventar; no es necesario… los días siguen bien así… desde el fondo del cuarto me grita: Te veré en el infierno… bueno amor, tira ese a la basura, que es basura… no, me gusta, ese titulo me gusta… entonces déjalo ahí…

viernes, 5 de marzo de 2010

PRINCIPIO Y PAPITA FRITA



Empezar el día con la idea, con la sensación de que los días no tienen un comienzo definido, o un final, y llegar a la inteligentísima conclusión de que eso del principio y el fin es un paliativo flotante, inventado para complacer a su amante el principio y así como la cinta esa en la que Escher dibujó un par de hormigas…

entonces, me da dolor de cabeza, pero no a causa de mis profundas y magnificas apreciaciones, o sobre lo que yo creo que es importante, me duele la cabeza porque tengo hambre, y quiero comerme una hamburguesa con papas y demás acompañantes, gaseosa y aros de cebolla, esas cosas que permiten olvidar la posibilidad de un principio y un fin… Muerdo un poco una papita, y ese es el comienzo de su fin, y por fin termina… pero, en qué termina, todos sabemos en que termina…. No, la papita frita no termina, llegará al aparato digestivo de alguna bacteria y ella lo desechará y volverá a mi, eso es seguro, no hay que dudarlo… bueno la papita no existe, no ha existido, es un ejercicio para distraer el hambre, un ejercicio que me remite al informe que debo entregar… una papita… quiero una papita.

La veo, las veo llegar, una a una, llegan con su carita de no se dónde putas queda el suelo, ni siquiera sé qué es el suelo, no se cómo llegué aquí, pero por favor ayúdeme, no me haga hablar duro, me da miedo, no ve que soy nueva… mi sonrisa socarrona, me invita a preguntarle en voz baja: me repites, no te escuche… se acerca, y vuelve a decirme en voz baja, que si por favor le activo el código, le repito que no le escucho muy bien, que me hable un poco más fuerte… ella está muy cerca, siento su aliento, se sonroja, se siente mal, a mi me gusta su olor, tendrá unos dieciséis o diecisiete… la hago esperar un rato, me mira, intenta levantarse en dos ocasiones, demoro el tramite, decido que es suficiente, se acerca, pido todos sus datos para verificar, ella está un poco más tranquila… mierda quiero una papita, ni si quiera ese olor acaba con la idea de comerme una papita frita… hoy es mi día internacional del pensamiento sobre la papita frita… se va, su espalda es delgada, ella es delgada… no se a donde va mi papita frita, quizás un mordisco en su pierna me de gusto a papita.