martes, 18 de mayo de 2010

Puacs...



Llevo seis horas de rebote, quiero voltear la caneca de comida procesada en mi estomago sobre la mancha en forma de mariposa que hay en el tapete que hay bajo la silla en la que estoy sentado. Me gusta el encierro. He desarrollado un gusto por el encierro con ellas, salimos tan solo si es necesario y no quiero volver a salir. La semana pasada falté cuatro días a trabajar, inventando un drama familiar. Hoy no pude hacerlo, tengo un montón de papeles sobre mi escritorio y debo evacuarlos. Leímos dos libros. Cantamos, y caminamos sin ropa con nuestra flor en los brazos. Al salir esta mañana estuve muy triste y no pude leer durante el camino a mi escritorio y mi montón de labores represadas.

Sabor a cueva y mareo. Dónde estamos si no queremos estar entre ustedes y me resulta agobiante mi historia y sus historias. Yo no me hago fotos para que me abracen con los ojos. Historia se le llama a cualquier acontecimiento, incluso los más insulsos, que llena la necesidad de estar. Ya no me interesan.

Voy a imprimir esas 90 páginas que se irán en un sobre para que alguien destroce un poco mi impostada disciplina.

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