sábado, 17 de abril de 2010

FRESAS SALVAJES...



Las fresas cayeron al suelo, sin limpiarlas las metí en mi boca, camine despacio a la entrada y un explosivo reventó en mis pies…

Las fresas sucias saben bien, el polvo acumulado, que no se acumula pues siempre está en movimiento, otorga un sabor fuerte que imprime carácter en las cosas que comemos. Los días sucios saben mejor, la vida con un poco de grasa y sin jabón se transforma el recuerdo de infancia querido, el de las semanas vacacionales en las que jugaba hasta el cansancio y en la noche quedaba dormido con la misma ropa del día anterior y que sería la del próximo. Las manos sucias no están tan bien, me gustan las manos limpias, aunque las fresas estén sucias.

De nuevo dolor de espalda, una queja acumulada de mi ergofobia. En otras vidas, a la primera molestia física, dejaba tirado el asunto. La salud es lo primero. Ahora no quiero, no puedo, no debo. Pensándolo bien, todos son ergofóbicos, pasa que no lo enfrentan, no quieren quedar mal con el mundo. No se ve, menos se escucha mejor, el asunto ese de: odio trabajar. Todos quieren quedar bien: yo hago lo que me gusta… mierda a mi me gusta mucho lo que hago día a día, pero mi naturaleza me indica, bueno más bien mi espalda, que no es saludable hacer tanto en tan poco tiempo y que perder los días contemplando las manchas que se hacen en el techo, es igual de productivo.

Tuve un techo lleno de manchas del que sacaba cuentos para mi hermano menor, el que ya creció, el que se hizo grande y ahora gana sumas de dinero importantes. El que ahora no gusta de los cuentos y dejó a un lado su gusto por las cosas que gustábamos juntos. A mi hermano le gusta la limpieza y si hubiera visto las fresas en el piso, de seguro las tiraba a la caneca. Otro amante de la limpieza, mi madre hizo una labor exquisita con él.

Mi flor abre los ojos temprano, duerme en mi pecho y mi gusto por las manos limpias me permite meterle los dedos en la boca, mientras la madre alista su ración de comida.

El ruido de la explosión hace que me trague una fresa con trabajo, me devuelvo a lavar mis manos, es bueno tener las manos limpias antes de que caiga el primer gas.

Luego en la calle L me llamó.

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