viernes, 26 de febrero de 2010



Me cuesta estar en paz… no me cuesta por el precio, me cuesta por esos cabos de lana que se van deshilachando al paso, o al rose de los días. Una noche entera caminando de un lado a otro, reconociendo el olor, el sabor del frío. Aquí es distinto, la luz es diferente... me siento un poco lejos de todo, incluso de ellas.
Recuerdo a esa niña rollada en mis pies, tendríamos unos ocho o nueve, y mi rodilla izquierda sangraba, ella no me dejaba mover, me decía que no fuera a pelear, que era un raspón y que ella estaba bien.
Recuerdo una lluvia de latas de gaseosa en medio de un día de febrero, un río ingente de niños, la gran mayoría lloraba, yo estaba entre ellos.
Una tarde seis años después, aprendí como se armaba una siete sesenta y cinco, la recuerdo bien, era una Eibar, creo que india… estaba oxidada.
Cuando tenía cinco, convulsionaba y mi madre pensaba que me iba a morir, estuve hasta los siete de hospital en hospital. Me formularon Valcote. Ahora soy bipolar y borracho.

Hoy recuerdo una noche, y todas las noches que no quiero tener en mi cabeza.

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