martes, 16 de febrero de 2010

TERAPIA PARA EL DOLOR



No hice caso, yo no se hacer caso L, ¿Qué se le va a hacer? Acepte hacerme responsable, un poco de la terapia para el dolor a la que me quiere someter Su.

Los parámetros son claros, yo le muestro que la vida es más desgraciada de lo que parece y ella paulatinamente desaparece. Me siento cómodo con el logro. La verdad sea dicha, al perro no le gusta ver a los suyos mal.
Fin de ese episodio.

Revestidas de paciencia… vida triste y cruel, la institucionalidad me fritó la cabeza esta semana. Tenía una idea, de eso estoy seguro, era algo sobre una pareja que desaparece… o que se pierde, nada novedoso, pero se me olvidó… bueno es que esta semana, estos dos días hemos atendido la función del funcionario, del que cuida procedimientos y que además los hace bien… suelo atender sordos y ciegos entre las cuatro y seis: son personajes extraños los ciegos, siempre te están tocando y hablan despacio, escuchan velozmente, tienen dedos automáticos, brazos fuertes.

C, Big C, se acerca con su bastón me toma del brazo, aprieta fuerte… Hola, me llevas al sistema Jaws, por favor, hoy estoy leyendo El viejo y el mar, y la voz que me lee es dulce, suave…

Lo llevo, se encierra en la cabina tiflotecnológica, no tiene luz… pues claro que no tiene luz idiota… que observación tal limpia, entonces la magia sucede, me invita a sentarme junto a él, me toma de las manos y me dice que por favor le diga como se ve eso que está ahí en la pantalla y que el sistema Jaws no puede describirle… mierda, pienso, mientras se me atora el aire un poco, quiere que le describa la silueta de un trasbordador espacial mientras gira alrededor de la atmósfera terrestre. Luego de años de lectura, y de creer que estoy capacitado para hacer una descripción, he descubierto que no… como coños le digo a alguien que nunca ha visto el cielo, que el velo de fondo es un tachón de naranjas y azules, y que esa mezcla produce en mis ojos una sensación cobriza de paz.

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