jueves, 10 de diciembre de 2009

Días de camino… sin senda…



Va en su empaque, ella, la flor va en su empaque. Ella, y su mirada disfrutan la aventura. Pienso que, incluso le divierte este pasear de un lado a otro. Creo que es la construcción, me gusta pensar que es eso. Me da consuelo. La flor muestra sus piecitos, nada fuerte y salvaje. Terminamos en el fondo de un fondo tibio y acogedor garaje. Ellas van y vienen. Camino durante horas, durante días que no se acaban, las piernas están fuertes, el ánimo se desanima, no quiero ver la calle durante un par de años… El pavimento me tiene harto, la gente, las gentes, el gentío me da asco… seguramente es el reflejo permanente, la clara imagen mía, rebotando de un lado a otro sobre el pecho de ellos… Viajamos y yo me escondo, nunca lo había hecho, ahora para evitar ese desparrame de luz innecesaria, se me antojan los escondites y la razón mediana… Dejar de ser tan burro.
L camino, eso de que se hace camino al andar resulta cansado… quiero darte un abrazo y sentir un poco el olor…

La calle resuelve que me escupe a la cama y no se puede descansar, apoyar la cabeza en la almohada es otra forma de huir. No duermo alerta, despierto. Caigo en el sueño y no quiero volver. Es una forma de huir limpia, sin daños a terceros.

Entonces no queda mucho por decir. Dejar de pertenecer a lugares en los que no me he visto asqueado. Jugar el juego de estar y la obsesión de seguir en el sitio que no se extraña… Entonces, cada puerta golpea y se deja abrir en medio de susurros cansados…

L… quiero un libro… regálame un libro… el que tú quieras… pero quiero un libro…

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