miércoles, 11 de noviembre de 2009

La violencia de un Adios... o una nueva forma de saludo.



Se saben tan pocas cosas, y la pretensión de querer apretar lo querido contra el pecho termina siendo una necesidad inconveniente. Anclado a puertos que flotan en medio de costas que siguen flotando; continentes que ya no deben estar.

Circe ha puesto su mano -¡la sombra de su mano!- sobre mi corazón.
Circe, la maga, maceraba la flor de la verbena, mimaba en su alcoba gatos de semen negro, invocaba el coral, la hoz de la luna, y en las noches irreales de verano -lampadario, marfil, rosa a ciegas- abría viejos armarios, preparaba brebajes de tarántula y de olvido, sonreía mirando su leopardo.
Llevo su sello, su tatuaje... no he sido vendido a la desdicha, sigo siendo el mismo perro de puerto esperando que el desvanecimiento de su marca termine llevandome a la garita del vendedor derrotado, ese que ve mis ojos atentos al golpe.
Circe dame un sorbo, hoy, esta noche, esta vida.

Sé bien lo consabido, lo popular, la vulgaridad del tifo y la pulga. Sé que estoy aquí en la forma que tu prefieras... viste, un emperador que obedece.

Aquí se sacia mi ansiedad. El bosque es el reino secreto de los locos:
ahí, donde se trenzan y retuercen fuegos, bejucos, resplandores, y en lo denso y azul, llueven peces y adelfas venenosas, puede a veces el pródigio del alma (ciego de embriaguez, libre de culpa)
realizar sueños imposibles en la luz de las ciudades:
ver duendes ocultos en el heno, el paciente acelere de los astros, los lémures de a tres por hoguera.
La insidia recurrente del olvido tiende su red en el insomnio: somos un nudito febril, un punto ciego en el esparavel del infinito...

Somos, seguimos siendo, eso no se puede deshacer, la marca del nudo queda siempre.Estiras el lienzo, lo vuelves a calentar y la marca, el sello, el tatuaje queda allí.

Las invitaciones quedan hechas y deben ser cumplidas L...

No hay comentarios:

Publicar un comentario